lunes, 14 de junio de 2021

Book review: Cavernas profundas [César Verduguez]

Título completo: Cavernas profundas
Autor: César Verduguez Gómez
Datos editoriales: Primera edición en Cochabamba, 2018. Grupo Editorial Kipus.
Páginas: 270
Primera impresión: Una historia sobre un ladrón boliviano y sus dificultades.
Personajes en general: Sinceros, simples en su manera de ver la vida, sin ocultar sus defectos.
Estilo narrativo: Lento, uno puede seguir la acción de los personajes en su día a día sin necesidad de apresurar la historia. Diálogos naturales, uso de modismos propios de los personajes.
Impresión final: El estilo de vida de los ladrones es muy duro, conocí una nueva realidad de mi sociedad con esta obra.


Leer Cavernas profundas a un principio me exigió un esfuerzo. No es del tipo de lecturas que suelo leer, la crudeza de una realidad cercana a la mía transforma su lectura en una reflexión sobre la tolerancia, el respeto, la compasión y la justicia en nuestra sociedad. Es fácil hacer de cuenta que nada ocurre, que todo está bien, cuando se desconoce ese otro lado. Ahora siento más empatía hacia estas personas que muchas veces se ven obligadas a sobrevivir en circunstancias inhumanas solo por haber nacido en un entorno desafortunado. Ciertamente la profundidad en esta novela no se encuentra únicamente en sus cavernas.

La novela comienza con la liberación de la cárcel del personaje principal, Ignacio, una situación que se repetirá constantemente en la historia como una especie de rutina inevitable que, por mucho que se intente evitar, seguirá ocurriendo. Claro está que ante cualquier pérdida de libertad, la recuperación de la misma se convierte en un anhelo incomparable, que de entrada uno como lector aprecia.

La historia está organizada en biznes, que en coba (lenguaje de los hampas bolivianos) significa negocio sucio. Es interesante cómo todo en la vida de Ignacio se reduce a éstos. Como si fuera la faena de cada día, que para ellos así es, surgen las iniciativas de robos, asaltos, estafas y otras jugadas que ocasionalmente provoca el retorno a prisión.

Por un lado, el protagonista se encuentra cansado de esa vida, dispuesto a enmendarse a la próxima puesta en libertad. Pero, por otro, su reputación, amistades y costumbres le hacen volver a cometer crímenes siendo ya un experto en los mismos. Todo amerita esfuerzo, eso sí. Para Ignacio adquirir esas destrezas fue como asistir a la universidad del hampa, entrenado por los suyos con más experiencia. 

Al mismo tiempo hay una contraposición de valores. Si bien roba para vivir, es solidario con los suyos y es capaz de hacerse atrapar en favor de otros. Miente constantemente, pero no es falto a su palabra cuando se compromete con alguien de su confianza. Siente lástima por algunas señoras a las que roba, pero también diversión cuando cree que su robo no es nada para la víctima pudiente. 

A través de Cavernas profundas el lector podrá conocer variedad de lugares del país, pues son varias las ciudad que visita Ignacio, como La Paz, Cochabamba, Sucre y Oruro. También algunas comidas de esos sitios y formas de expresarse con riqueza de modismos, pues no solo el coba, también modismos del lenguaje popular, bolivianismos y más, generosamente explicados en un vocabulario que aparece al final del libro.

Otro aspecto que vale la pena destacar es la noción de justicia. La historia constantemente te hace pensar qué es justo y qué no, demostrando que el sistema judicial es tan corrupto que uno ya no puede confiar ciegamente. La figura de los policías aparece como personajes dispuestos a maltratar, acusar y robar hasta los ahorros de un mendigo. Son verdugos que por órdenes de gente poderosa pueden hacer desaparecer personas de un momento a otro. Los políticos también son mencionados como figuras llenas de poder capaces de comprar hasta la voluntad más firme. Uno de los amigos de Ignacio, cuya cátedra hampona aparece periódicamente en el libro, reniega en más de una ocasión cómo los verdaderos criminales no están caminando en las calles con ropa robada, sino que se ocultan tras escritorios robando de frente a base de firmas y contratos arreglados, intocables ante una justicia vendida.

La figura de la mujer también aparece en la historia, relegadas a compañeras de cama, prostitutas voluntarias o forzadas, como herramientas de trabajo para engatusar a otros o como dueñas de locales de bebidas donde se reúnen los hampas. Dispuestas a apoyar sin recibir nada a cambio, a batirse a golpes por su dignidad marchita, trabajadoras devotas para mantener a sus hijos. Sin embargo no tienen un verdadero protagonismo, el machismo es una figura muy difícil de romper en esos estratos sociales, y más allá de ellos.

Finalmente, hacia el final de la obra, aparece el motivo del título. La descripción de una serie de túneles conectando cementerios, ocultando una sociedad paralela, con normas más simples, más funcionalista sin preocuparse por etiquetas o títulos, dispuesta a acoger a aquellos marginados en la superficie. Da miedo y lástima cómo a eso se ve reducida una vida. Es mejor perderse, enterrarse, ante una sociedad que te ha dado la espalda, que te señala una y otra vez, que no te da tregua simplemente por ser quién eres.

Creo que esta obra merece ser leída para abrir un poco más los ojos ante nuestra realidad. No solo para valorar aquello que uno tiene, incluyendo los privilegios de cuna, sino para comprender mejor ese otro lado muchas veces ignorado, la vida en las calles y sus dificultades. El ser humano es fuerte, se abrirá paso por donde sea para sobrevivir. A fin de cuentas es por lo que luchamos todos, sobrevivir en libertad.

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