Bueno, claro. Cuando instalas una aplicación nueva en tu celular, y más si es una que ha generado mucha expectativa basada en comentarios de los demás, hay que sacarle jugo.
Si es útil o no, es debatible. Pero es que, cuando tienes un juguete nuevo, sacarle el jugo los primeros días... Es inevitable.
La aplicación de la que hablo es WhatsApp. Ese chat que tanto usaban mis hermanos y que no tenía idea de cómo funcionaba. Solía decir que no necesitaba las redes sociales en todo sitio con wi-fi, que tampoco contar con YouTube o Google era el fin del mundo. Y lo cierto es que lo sigo creyendo, mas no puedo evitar estar contenta con mi reciente adquisición y mi inclusión en la tecnología en los momentos más... cotidianos del día.
Claro que estaré igual o peor cuando pueda obtener una tablet, por los ebooks a los que tendré acceso y de ese modo, leer aquellos libros que por motivos de distancia, valor o simple demanda, no llegan a mi ciudad. Para mí será todo un lujo, porque también podré corregir mis propios libros con más tiempo y disposición. No a todos les gusta estar sentados frente a un monitor.
Pero bueno. Cuando me instalé el WhatsApp, estaba con unos amigos que me enseñaron a usarlo. Y ¡uy! Vaya que quería mensajear a todos mis contactos que me aparecían en "Favoritos". De nuevo, el ser humano es un ser inevitablemente social, es decir, por naturaleza. Sé que no tiene el mismo encanto que el contacto personal, por teléfono, Skype o el chat tradicional. Aunque esto último admito, es por no estar acostumbrada a las teclas touch.
Así que... Si por casualidad, les llega uno o varios mensajes míos por WhatsApp, tengan paciencia. Estoy jugando con mi nuevo juguete. Y si quieres chatear conmigo, tienes mi celu. Adelante, te responderé.
Always writting.
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