Seguramente a algunos les sonará
este título. La verdad, se me ocurrió al pensar en aquellas personas con
complejos de debilidad o subestimación aguda. Sin embargo, al escribirlo, se me
hizo tan familiar que tuve que googlearlo y saben qué salió? La pedagogía del
oprimido de Paulo Freire.
Lo cierto es que no había visto
esta teoría desde el 2009, pero me alegro de haberla recordado ahora. Antes de
concentrarme en lo vine a escribir hoy, quisiera compartirles un poquito de la
enseñanza de Freire:
En su libro, Freire nos habla de
los oprimidos y de los opresores, y lo que básicamente es una lucha simbólica
de poder (citando a Bourdieu) entre ellos. Como parte de la pedagogía, Freire
toma al maestro como opresor y al alumno como oprimido. Los oprimidos se dejan
oprimir una y otra vez, sin poder participar, ni compartir sus pensamientos, ni
hacer nada que el opresor no quiera. Y esto no es porque no pueda, sino porque
no quiere. El oprimido lo es porque no es lo suficientemente fuerte como para
controlar un poquito al opresor. Es como una relación verticalista, al estilo
Matilda, donde “yo estoy bien, tú estás mal. Yo soy lista, tú tonta”.
Freire incentiva que el oprimido
deje de serlo y se vuelva un poco más como el opresor, así como éste debe ser
más como el oprimido. Deben estar en constante diálogo, como igual, ya sin
verticalismos. El oprimido no puede ser ese estudiante que se sienta a escuchar
sin aprender nada, ni criticar nada o refutar al profesor. Debe reflexionar,
criticar, comentar, cuestionar. Debe ser activo y partícipe de su proceso de
enseñanza.
Y bueno, justo de algo parecido
quería hablar. De esas personas que creen que no valen mucho y que no pueden
hacer nada por cuenta propia. Las personas con complejo de culpabilidad,
remordimiento y cobardía. Esas personas que se rinden antes de intentarlo
siquiera, son para mí unos oprimidos voluntarios.
Ah, pero hay que ser justos.
Varias de esas personas son así por los estigmas que cargan. Una persona que ha
sido maltratada constantemente, que se la ha violentado durante su niñez o
adolescente, tienden a cargar con el estigma de ser indeseables, de lo peor, o
inútiles. Por eso es que creen que no sirven para nada, cuando en realidad, sin
que lo sepan, son incluso más fuertes que la mayoría.
¿Cuál es la
filosofía de estas personas? Uy, no quiero generalizar demasiado. Creo que
tienen el autoestima baja, no se creen capaces de lo mismo que las personas a
su alrededor. Siempre tienen presente que hay alguien mejor, que hay alguien
que lo hace mejor.
Pero más que todo, temen. El
miedo es su opresor primordial. Temen a equivocarse, a sufrir, a avergonzarse,
a humillarse, a molestar, a lastimar… ¡Temen tanto! Procuran no ser una
molestia más para la gente que sí sabe lo que hace. Piden ayuda con la cola
entre las patas porque no conciben la idea de hacer algo por cuenta propia sin
que salga bien.
¡Ah! ¡Qué agobiante!
Ser una persona así no es fácil.
Y creo que todos somos en parte así, o lo hemos sido alguna vez. Ya sea por
alguna habilidad no utilizada (el típico yo
no sé dibujar, yo no sé cantar, yo no sé…) o por el fuerte y tenebroso
temor de los oprimidos (se reirán de mí,
se van a burlar, me van a mirar feo, me creerán idiota) Dejamos que el
mundo nos aplaste, nos limite con cosas que ni siquiera han salido de nuestra
imaginación.
Diría ahora el predecible ¡no se
rindan! ¡Inténtenlo siquiera! Pero no lo haré, porque sé que eso no depende de
una voz ajena ni de un cambio milagroso que conlleva a un cambio de actitud de
unos cinco minutos. No, en este post no pretendo hacer eso, jeje. Solo pienso
que es interesante cuán temerosos somos y cuán dependientes nos mostramos en
realidad.
No es una sensación muy bonita,
¿no? El descubrirse viviendo de repente la filosofía del oprimido… La sugestión
puede llegar a dominarnos por completo.
Patético pero inevitable… ¿o no?
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