Alguna vez con anterioridad había
observado atentamente el proceso para hacer lasagna con mi familia. Mi hermana
era quien normalmente la hacía, la única que sabía hacerla en casa y da la
casualidad de que era y sigue siendo mi plato favorito (Lo sé, cochabambina y
me gusta más la pasta que cualquier carne). Como ella se fue a Buenos Aires
hace muchos años, mi mamá aprendió a hacerla para mi cumpleaños. Sólo en esa
fecha puedo disfrutar de un plato de pasta, a veces lasagna cocinada por mi
madre, otras fetuccini alfredo que compramos de Sólo pastas.
Ayer, dado que mi mamá está con
el pie fracturado, se ha animado a enseñarme a cocinar lasagna. Esto más que
nada por iniciativa mía, que de no ser por Viernes Santo y su prohibición de
comer carne jamás se habría dado la oportunidad. - Es que a ella le resulta
difícil enseñar estas cosas, o las da por sentado tanto que no se le ocurre
hacerlo nunca - . Así que nos metimos a la cocina, y ella comenzó a darme
instrucciones para hacer lasagna.
No explicaré todo el proceso,
aunque ciertamente podría ser un lugar apropiado para no olvidar la receta nunca.
Fue la primera vez que hice lasagna, y no, no me salió como esperaba. Mi
hermano y mi papá afirmaron que estaba buena, y que iba a mejorarla con la
práctica (indirecta). Mas soy perfeccionista, y el detalle de la salsa blanca
que resultó demasiado espesa me arruinó todo el plato – aparte que había usado
maicena en lugar de la acostumbrada harina y el sabor no me convenció - . En
fin, aprendí a hacer lasagna, y aunque el resultado me decepcionó mucho, en la
siguiente ocasión haré una mil veces mejor.
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