martes, 17 de abril de 2012

Hegemonía del amor


No hace falta hacer el esfuerzo por describir el amor. El amor es ilógico, inexplicable e inargumentable, injustificable. El amor lo es todo. Y ése es el asunto en cuestión: ¡Es todo!

Está en el ideal de la sociedad. Desde niños se nos enseña a buscar el amor verdadero o siquiera alguna pareja no morir solos, y desde ahí que nace el eterno miedo a la soledad. Es parte de toda “felicidad moderna”, no serás reconocido como alguien feliz si no tienes un empleo respetable, una casa propia, un auto, una mascota, y una familia, que desde luego, se basará en el amor con tu pareja.

Está en nuestro ideal imaginario. Desde mitos como el príncipe azul hasta desencantos de “no existe el verdadero amor”, seguimos sumergidos en la necesidad de adquirir cierta postura al respecto. Desde artistas soñadores hasta fríos empresarios, todos aspiramos a encontrar cierto amor en nuestras vidas, ya sea mucho o poco. Deseamos sentir esa clase de pasión al menos en una etapa. Un romance, un matrimonio, un compromiso religioso.

Desde la naturaleza misma estamos como programados para amar y ser amados. Somos seres sociables, inevitablemente estamos predestinados a sentir emociones como el afecto o el enamoramiento profundo. Constantemente deseamos sentirnos amados, y al hacer no nos libramos de amor. 


Incluso en la literatura. Toda buena historia tiene su buena dosis de amor. Es el tema por excelencia de la cultura popular. El amor es el protagonista principal y el que en verdad cuenta en muchas historias. Lo lamentable, es que muchas de esas historias se ven opacas por este tema cuando en realidad tienen más potencial en otros tópicos. 

En las películas ocurre lo mismo, el amor lo es todo. Hay un sinfín de dramas románticos, y más aún comedias. Su manera de abordar el amor, según mi criterio, podría ser mucho más original para cada autor. Reconozco el intento del romance en Crepúsculo, que no habría estado tan mal de no ser por las horribles características de sus llamados “vampiros”. Las películas orientales, como chinas, coreanas y japonesas, suelen manejar muy bien los detalles en cuanto a romances. Con una película “comercial” uno ya puede anticipar fácilmente los finales. No suelen pasar de unas tres variaciones en general. En cambio estas orientales, ¡son impredecibles por naturaleza!

Todo se basa en el amor. Éste es universal, aunque es abordado de formas distintas según las diferentes culturas. Si una historia no incluye amor, generalmente un romance, es como si le faltara algo, nos decimos. “Titanic” no sería lo que es de no ser por su historia de amor. 

La gente vive en el amor, lo anhela, lo desea. Lo exige. Y debo decir que si no se lo damos, nos rechaza. No todos, desde luego, pero la gran mayoría. Por eso es que ahora todo se ha vuelto comercial, porque esta idea –casi costumbre- de querer percibir el amor en todo, hace que se vuelva una herramienta más de consumo.

El amor nos ha hecho sus esclavos, en un sentido más literal del que podríamos imaginar.

1 comentario:

AthanShadow dijo...

Siempre se ha dicho que el amor, es un pretexto para fomentar el consumismo. Otros dicen que es sólo un conjunto de reacciones químicas en el interior de el cerebro. Pero otros dicen que es lo mejor que existe.

Es cuentión de cada uno elegir que significado darle a esto.

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