Hay muchas ocasiones en las que
podemos vernos directamente en fuertes necesidades y requerimos ayuda de un tercero. Cuando este
tercero resulta ser una persona que desconoces, en su mayoría, puede sacar un
buen provecho al respecto.
Los taxis por ejemplo, pueden
cobrarte lo que se les antoje una vez te hubieron llevado al lugar de destino.
No puedes negarte, ya estás ahí. Peor aún los radiotaxis, que por haber ideo
hasta tu casa a recogerte se creen que pueden cobrarte hasta el doble de la
tarifa regular. Uno puede plantarse y reclamar, claro, pero es que ahora los
taxistas saben defenderse de mala forma y no es tan fácil hacerles frente ya.
Muchas tiendas también suelen
llevarse ese provecho. Los kiosquitos o tienditas armadas cerca o en tu colegio
u universidad (o cualquier lugar en el que trabajes o acudas) suelen subir sus
precios ya que no hay más opción que consumir ahí. Una botella de agua que
podría costar 3,50 te la venden a 4,50, o hasta 5 si se nota que hay necesidad
–un día acalorado, por ejemplo).
Pequeños negocios que se sirven
de otras instituciones, como las librerías o fotocopiadoras cerca de algunas
instituciones que requiera fotocopias de documentos o archivadores especiales
para hacer trámites. Son cosas para las que no tienes tiempo cada vez, por lo
que te verás obligado a comprarles con sobreprecio solamente porque no hay de
otra.
Es lo que se conoce como valor
agregado del producto. No obstante, creo que para todo hay un límite, ¿no? Hay
veces que podrían justificarse, pero otras que simplemente se aprovechan en tu
cara y ya ni sienten remordimiento al respecto. Es muy poca la gente que realmente es capaz de ayudarte honradamente cuando lo necesitas.
Asco de gente cuando dependemos
del tercero.
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