Siempre que escuchaba a los
mayores decir que de grande no tendrás tiempo para nada, ¡jamás creía que fuera
tan literal! Desde que empecé la universidad he comprobado diariamente que la
clave está en la organización. De esa forma, tienes tiempo para todo.
Ah, pero no es así. El tiempo
alcanza, claro, ¡pero nunca es suficiente! ¿Qué pasó con esos momentos en que
por tener nada que hacer, ¡no hacías nada!? Era hermoso pensar tu tarde o tu
noche con nada más que agradables pensamientos, que libros, películas, dormir
bien…
No me estaba dando cuenta sino
hace poco, cuando mi mantra involuntario se ha vuelto “hoy sí voy a dormir
hasta tarde” y lo repito noche tras noche porque, por algún motivo, termino
levantándome temprano al día siguiente.
Sepan, ante todo, que suelo
dormirme pasada la media noche, por mucho que trate de acostarme a las 10.30.
Ya es costumbre, y sí, pueda que lo pague caro en mi vejez, pero por ahora
disfruto de mi pequeño insomnio. El problema está en que ya no duermo tanto
como antes, que podía dormitar alegremente y sin vergüenza hasta las diez.
Ahora siempre hay algo que hacer, o tengo clases, o tengo alguna actividad, o
simplemente hay algo que no puedo hacerlo otro día. Y entonces mi despertador
biológico me despierta alrededor de las siete.
No es como si el tiempo se
acelerara, porque los días van pasando sin prisa. Es más, ¡con excesiva
lentitud! A mi parecer, octubre ha decidido crearse más horas para no llegar
nunca a fin de mes. Lo he sentido más que mi adorado septiembre, o que agosto,
e incluso julio. Temo no sentir
noviembre de la misma manera, porque en cierta, es como estar flotando en una
infinidad de horas.
No obstante, esas horas no son
tan placenteras. Siempre hay algo que hacer, responsabilidades que atender. ¡Pobres
niños! ¡Desde el kínder ya entran en este ritmo frenético que no terminará
hasta que se jubilen! Creo que no los dejan gozar demasiado. Sólo sus
brevísimas vacaciones que en comparación son poca cosa.
Ah, el tiempo nunca me había
hecho su prisionera tanto como estos últimos meses, en especial éste. Mañana,
por primera vez en tantos fines de semana, no tengo compromiso para la mañana. ¿Podré
dormir hasta tarde? Oh, por favor, quiero dormir hasta tarde. Es otro tipo de
relajo, es una terapia infaltable, un tratamiento de los inmortales. Sólo
dormir.
Si al día siguiente retornan mis
actividades, si recuerdo sin mucho entusiasmo todas las tareas que tengo
pendientes para hacer el fin de semana, no importará mucho, con tal de haber
dormido con justicia. Sí, lo repetiré una vez más:
“Hoy sí voy a dormir hasta tarde”
1 comentario:
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