lunes, 22 de enero de 2018

El terror como herramienta pedagógica

Los padres de familia, muchas veces, suelen reprender a sus hijos por tener cierto gusto hacia el género del terror, ya sea en películas, historietas o relatos. Recuerdo cuando era niña, y apenas comenzaba a leer mis primeros libros, siempre les pedía a mis papás libros de terror. Comenzando por clásicos como la colección “Escalofríos” de R.L. Stine y continuando con las páginas de John Katzenbach y Stephen King. Si me hubieran dicho que leer esas cosas estaba mal, probablemente habría provocado cierta reticencia hacia otro tipo de lecturas, lo cual concluiría en la pérdida de esa costumbre: leer.


Hoy en día, el terror se ha vuelto parte de nosotros, inevitablemente. En lugar de protestar y tratar de cubrir a los niños con una venda para que no vean lo horroroso de la realidad (que tarde o temprano les va a llegar), ¿por qué no sacarle provecho? Vanessa Giacoman, en su “Antología de las sombras: Tomo I”, afirma que “toda historia tiene un mensaje oculto, muchas veces disimulado por una historia truculenta o especialmente macabra; una especie de advertencia velada por el misterio”. Los autores de terror, incluyendo a Giacoman, tienen una percepción más cruda del ser humano. No para condenar al mundo y a la raza humana, sino para revelarnos y recordarnos de qué somos capaces como individuos.

En mi opinión, creo que todo niño, joven y adulto debería leer continuamente historias de este género, justamente para no olvidar la crudeza de la realidad. Para no dejarnos engañar por la ilusión de que todo el mundo es bueno y que por eso hay que bajar la guardia. Al contrario, más que en otros tiempos hay que tener cuidado con todo lo que nos rodea. Extraños en las calles, robos, secuestros, casos de trata y tráfico, violaciones, terrorismo. Hay tanto peligro allá afuera que ya no podemos darnos el lujo de vendarnos los ojos y fingir que todo está bien.

El terror afina los sentidos, abre tu imaginación y hasta te brinda soluciones para ciertos problemas. Hay personas que sabido reaccionar a estos peligros gracias a que vieron algún programa o leyeron algún libro que abarcó ese tema. No hay que temerle al miedo, hay que saber aprovecharlo, canalizarlo. Nuestros peores miedos pueden ser nuestras mejores motivaciones para superarnos.

Felicidades a Vanessa por ser la única mujer cochabambina que incursiona valientemente en este género, rompiendo estereotipos y prejuicios de la sociedad. La literatura es rica para quienes la saben explotar. A ti, estimado lector, no te cierres ante este tipo de géneros, ante cualquier cosa que pueda incomodar. A fin de cuenta, no sabes si es lo que te va a salvar algún día.

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