domingo, 4 de noviembre de 2012

Homenaje al Principito (Todos Santos)

¿Qué ves ahí? Es una serpiente que se ha comido a un elefante.
Sé que es algo incoherente que le haga un homenaje a esta obra siendo que la ocasión que aproveché tiene un fondo simbólico totalmente diferente: Todos Santos.

Ah, esa fiesta tan misteriosa y contradictoria que se celebra con tant vehemencia en nuestra sociedad. Sé que por estos días casi todos sacarán comentarios, críticas, entrevistas, videos, etc., en base a esta ocasión tan trascendental, por lo que no me dedicaré a hablar de lo que siempre se habla, no tocaré el por qué de la mesa, de las masitas, de la fotografía, de los rezos, de las costumbres en la tumba del difunto... No. Hablaré tan solo de lo que fue mi experiencia como testigo de estas celebraciones en mi casa, donde mi mamá insiste en seguir con las tradiciones ancestrales de su familia.
Para empezar, el tema de las masitas es bastante divertido en sí. Siempre me he caracterizado por tener un comportamiento infantil, pese a la dureza de mis pensamientos. Así que, cuando mi mamá dijoque haría las masitas para Todos Santos, pensé que había llegado mi oportunidad para poder jugar un poco con la imaginación.


Como tengo clases todo el día, llegué a tiempo para ver cómo ella comenzaba a calentar el horno para los pequeños panes que había hecho. A petición mía, me había dejado una bola de mesa con la que yo podría moldear lo que quisiera. No sé por qué, pero mis manos fueron haciendo lentamente esta masita, y ciertamente, primero me recordó a un sombrero. De esa forma, el libro me vino a la cabeza y decidí que le daría ese pequeño homenaje a una obra tan bonita como es El Principito.

También hice otras formas, entre las que recuerdo había la cara de un gato, un ying y yang, un auto, una araña, la cara de un Batman, y el logotipo de Superman. Sí, lo sé. No soy tan tradicionalista como mi madre.

Pero bueno. Preparamos la mesa, un mantel blanco, velas, la foto de mi abuelita (pues es en su honor que hacemos la mesa) y flores. Al día siguiente, cuando volví de clases, ya estaba totalmente armada. La tradición dice que las almas de los difuntos vienen a las doce del jueves y se van a las doce doce del día siguiente, viernes. Así que la tele que hay en mi sala, frente a la mesa, quedó fuera de servicio puesto que mi mamá insistía en que mi abuelita estaba con nosotros y sería una falta de respeto ver la televisión en su presencia.

Es curioso, ya que en vida, mi abuelita solía ver variadas novelas y disfrutaba ocasionalmente de su colección de Cantinflas en DVD. Sugerí que sería genial ver algo de Cantinflas por la tarde, idea que le gustó a mi mamá pero que no aplicó.

Mi sala estaba llena, primos y tíos vinieron a rezar para mi abuelito. Mi mamá preparó Picante de Pollo (plato favorito de mi abuelita) y les invitó luego de haber rezado. Tuvieron que instalar mesas de plástico para que pudieran sentarse.

En adelante, esa tarde, personas siguieron llegando para rezar. Ya cuando volví de clases, en la noche, solo quedaban algunos primos. Fue un día agotador para mi mamá que se la pasó atendiendo a personas que acudían para rezar a mi abuelita. Siempre que alguien rezaba, se le regalaba una bolsa de masitas.

Al día siguiente, mis parientes más cercanos volvieron para almorzar en familia. Primero rezaron por todos los difuntos en mi familia, alrededor de las 11.30, y de ahí se procedió a levantar la mesa. Es tradición que todos los presentes que hayan rezado se levanten lo que quieran de la mesa (siempre y cuando, no se haya descompuesto por la falta de refrigeración). Aproveché para levantarme un chocolate y algunas de las masitas que había hecho.

Luego de que la mesa quedó vacía prosiguieron a levantar la foto, las velas y las flores, y el mantel, para volcar la mesa justo a medio día. De esa manera se despide al alma, es como cerrar una puerta, creo. La mesa quedó volcada unos diez minutos, tal vez un poco más, mientras mi mamá salió a botar el agua fuera de la casa, que es también otro símbolo para que el alma regrese a... de donde sea que haya venido.

Entonces ordenaron todo, la mesa volvió a su lugar y comimos en familia. La masita que hice en homenaje al Principito fue a parar en manos de mi hermana, quien por cierto, adivinó lo era sin que yo se lo dijera.
Y menos mal.

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